BXVI: ¿Apostando por la guerra?
© Juan Fernando Sánchez
www.laexcepcion.com (17 de septiembre de 2006)

El pasado martes 12 de septiembre, en la Universidad de Ratisbona (Alemania), el jefe máximo de la Iglesia Católica Romana (ICR) pronunció un discurso que está causando fuertes reacciones en el mundo musulmán. Un análisis de las palabras de Benedicto XVI invita a pensar que éstas pueden interpretarse como una (¿sorprendente?) contribución de esta entidad político-religiosa al choque de civilizaciones.

Ratzinger, el viejo profesor, retornaba a la universidad y lo hacía pronunciando una especie de lección magistral (quizá al menos de alta política lo fue, aparte de sus méritos académicos). [Para analizarla me basaré en la versión publicada en la web del diario ABC, de donde la he extraído el día 16.9.06.]

Tras una más bien larga introducción exaltadora de la razón humana, y de manera un tanto repentina, el papa empezó a centrarse (con un «Me acordé de todo esto cuando recientemente leí…») en una parte de un debate medieval entre «el docto emperador bizantino Manuel II Paleólogo» y un erudito persa de nombre ignoto.

El objeto de ese debate era una comparación entre el islam y el cristianismo, y las palabras del emperador le sirvieron al papa para condenar la motivación religiosa de la violencia, pero limitándose a poner como ejemplo de ésta al islam.

El propio Ratzinger aclaró que traía a colación ese diálogo «en el contexto del tema “fe y razón”», y enseguida anunció que «el emperador toca el tema de la yihad (guerra santa)».

A continuación, el papa afirmó:

«Seguramente el emperador sabía que en la sura 2, 256 está escrito: “Ninguna constricción en las cosas de la fe”. Es una de las suras del periodo inicial en el que Mahoma mismo aún no tenía poder y estaba amenazado» (cursiva nuestra).

Y a renglón seguido añadió:

«Pero, naturalmente, el emperador conocía también las disposiciones, desarrolladas sucesivamente y fijadas en el Corán, acerca de la guerra santa. Sin detenerse en los particulares, como la diferencia de trato entre los que poseen el “Libro“ y los “incrédulos”, de manera sorprendentemente brusca se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia, en general, diciendo: “Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”» (destacados nuestros).

He ahí, sobre todo en lo resaltado, las declaraciones que tanto han indignado a muchos musulmanes en diferentes países del mundo. Incluyen, como puede verse, una grave acusación; introducida en el discurso papal, por cierto, «de manera sorprendentemente brusca» (o no mucho menos que como, según Ratzinger, se dirigió el emperador a su interlocutor).

Nótese que la cita de la sura coránica de arriba (que otra versión, la de Julio Cortés, traduce como «No cabe coacción en religión») venía inmediatamente seguida de una aclaración del propio Ratzinger: la de que Mahoma escribió la sura en su primera etapa de la redacción del Corán, cuando «aún no tenía poder y estaba amenazado». Es probable que con esto el papa quisiera transmitirnos la idea (ciertamente verosímil) de que las circunstancias que rodeaban al promotor del islam influyeron en su inclusión de esa frase dentro del libro sagrado de los musulmanes. Es decir, Ratzinger le estaría restando valor absoluto a la misma. Esto parece confirmarse al comienzo del párrafo siguiente de su discurso, que también hemos citado ya.

La alocución, por lo demás (y paradójicamente), volvía a recordar la disposición papal, ya presente en tiempos de Juan Pablo II, para el diálogo interreligioso.


Reacciones a las declaraciones papales

Como era de esperar, las palabras de Ratzinger han sentado muy mal entre los musulmanes de todo el mundo. Así lo ha registrado la prensa de estos días (ver, por ej., las webs de la BBC y de Terra, o los diarios ABC y El Mundo, medios de los que extraigo buena parte de lo que sigue). En el momento en que escribo estas líneas, las protestas parecen no haberse extinguido todavía, y recuerdan mucho a las que hace ya meses se produjeron como respuesta a las caricaturas de Mahoma publicadas en un diario danés. Por cierto, debe recordarse que entonces la viñeta que más indignó a los musulmanes fue aquélla en la que se dibujaba a aquél con una bomba sobre su cabeza, asimilando islam a violencia. Asimilación que, ahora, volvemos a encontrar en el discurso de Ratzinger.

Hasta el momento presente, la mayoría de las reacciones han sido verbales, pero también se han convocado manifestaciones (en Pakistán, por ej.) e incluso, según parece, en varios casos ha habido ataques violentos, como el que habría sufrido una iglesia ortodoxa en Gaza (como si la religión ortodoxa fuera responsable de las palabras del líder de la ICR; pero esto ilustra que el choque entre religiones adopta la forma, simplista-bipolar, consistente en cómo cada parte percibe a la otra). Además, diversos medios han informado del asesinato de una monja católica que trabajaba en un hospital infantil de Mogadiscio (Somalia). De acuerdo con la mayoría de las fuentes, el crimen podría estar relacionado con las protestas contra el discurso del papa, pero parece que aún no hay confirmación oficial (recuérdese que Somalia sigue inmersa en una prolongada guerra civil). En cualquier caso, se trata de actos absolutamente condenables que no pueden tener justificación alguna. Y que, paradójicamente, vienen a dar en parte la razón a las duras acusaciones papales. Los propios musulmanes, por principios éticos pero también por su propia imagen, deberían ser los primeros en condenarlos de manera severísima.

Según ABC (16.9.06), «la reacción institucional más extrema ha llegado del Gobierno de Pakistán, que ha convocado al embajador de la Santa Sede para expresarle su “pesar” ante unas palabras “muy inquietantes para los musulmanes en todo el mundo y que han provocado un gran daño y angustia”». Además, «el Parlamento paquistaní aprobó por unanimidad una resolución en la que condenaba al Papa por sus “comentarios despectivos” contra el islam, exigiéndole una disculpa». Pero, como informa El Mundo (16.9.06), la medida de llamar al embajador del Vaticano a consultas también ha sido tomada por el gobierno de Marruecos.

Los representantes islámicos, tanto países de mayoría musulmana, como Egipto, Irán o Irak, como en toda Europa, han criticado las palabras usadas por Benedicto XVI estimando que favorecen la violencia «contra los seguidores del Islam y “dan a las tropas de EE.UU. un pretexto para seguir matando a los musulmanes”» (ABC, 16.9.06).

En la India, otro país con gran número de musulmanes, «el clérigo principal de la Mezquita Yama, la más grande de la India, se preguntó que “si el Papa está tan en contra de la violencia, ¿por qué se queda callado ante la violencia que perpetra Israel contra el Líbano y Palestina, ante los abusos de los detenidos de la prisión de Abu Graib por parte de los estadounidenses o ante la violencia contra Afganistán?”» (ibíd.).

En Turquía, su gobierno «compara lo dicho por Benedicto XVI con las Cruzadas» (ibíd.). Además, «el líder del organismo sobre religión más importante, Ali Bardakoglu dijo que los comentarios eran hostiles y pidió una disculpa», para añadir que «lo dicho por Benedicto era "abominable, hostil y con un prejuicioso punto de vista"». Este mismo líder «aseguró que a pesar de que los musulmanes expresen críticas contra el cristianismo o el Islam, nunca difamarían la Biblia o a Jesucristo» (BBC, 14.9.06). En Turquía, por cierto, se espera una visita papal para el próximo mes de noviembre, la cual de momento no ha sido cancelada ni parece que finalmente vaya a serlo.

Son sólo varios ejemplos de las protestas en todo el mundo tras unas declaraciones que, como poco, cabe considerar inoportunas (?), por indiscutible que sea el derecho de Ratzinger a pronunciarlas.


Las “disculpas” vaticanas

A raíz de las primeras reacciones musulmanas, más o menos airadas, se ha venido produciendo una sucesión de “disculpas” vaticanas (las comillas son porque en sentido estricto no lo han sido, ya que en ningún momento los portavoces de la ICR han usado ese término o algún sinónimo; se ha tratado más bien de lamentos y explicaciones).

El primer representante vaticano que compareció fue el portavoz papal Federico Lombardi. Según el servicio de noticias de la web de Terra (14.9.06), éste declaró: «Debido a las reacciones de dirigentes musulmanes sobre algunos párrafos del discurso del Papa en la Universidad de Ratisbona es oportuno resaltar que, como se desprende de una cuidadosa lectura del texto, el Pontífice rechaza de manera clara y radical las motivaciones religiosas de la violencia. […] No estaba [en la intención del Papa realizar] un estudio profundo sobre la yihad y sobre el pensamiento musulmán al respecto y mucho menos ofender la sensibilidad de los creyentes». La crónica de Terra, significativamente, añade: «Que las palabras del Papa iban a levantar una oleada de protestas en el mundo musulmán se percibió inmediatamente y así ese mismo día ya Lombardi dijo que Benedicto XVI “sólo quiso poner un ejemplo” y que en ningún momento quiso dar la interpretación “de que el Islam es violento, aunque dentro de él haya posiciones que lo son”» (cursiva añadida).

O sea, que a pesar de citar y hacer suyas palabras durísimas del Paleólogo contra el islam, la intención de Ratzinger no era identificar todo el islam con la violencia.

Como estas explicaciones en absoluto bastaron para calmar los ánimos, varios días después, el 16 de septiembre, llegaba un comunicado vaticano más extenso a cargo del cardenal Tarsicio Bertone, nuevo secretario de Estado.

La agencia vaticana Zenit reproduce dicho comunicado, en el cual Bertone empieza remitiendo al documento conciliar Nostra Aetate para explicar que la posición del papa hacia el islam se basa en el «aprecio» por los musulmanes. Luego reafirma «la opción del Papa a favor del diálogo interreligioso e intercultural». Y, yendo al fondo del asunto, Bertone agrega:

«Por lo que se refiere al juicio del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, citado por él en el discurso de Ratisbona, el Santo Padre no pretendía ni pretende de ningún modo asumirlo, sólo lo ha utilizado como una oportunidad para desarrollar en un contexto académico y según resulta de una atenta lectura del texto, algunas reflexiones sobre el tema de la relación entre religión y violencia en general y concluir con un claro y radical rechazo de la motivación religiosa de la violencia, independientemente de donde proceda» (Zenit, 16.12.06; destacados añadidos).

En razón de ello, el papa lamenta, según Bertone, que sus palabras «hayan sido interpretados de una manera que no corresponde de ninguna manera [sic] a sus intenciones», y reitera «su respeto y estima por quienes profesan el Islam» (ibíd.; destacado añadido).

Pero tampoco estas explicaciones resultaron convincentes, al menos para ciertos círculos islámicos radicales. Así, «en la primera reacción al comunicado papal, el líder de la Hermandad Musulmana de Egipto, Mohamed Habib, dijo que no era suficiente y que querían "una disculpa personal"» (www.swissinfo.org).

Aparentemente, esa “disculpa” habría llegado al día siguiente, el domingo 17 de septiembre, con motivo de la clásica aparición del papa en el Ángelus dominical. En ella, Ratzinger ha declarado lamentar «profundamente las reacciones» a su discurso, que «eran, de hecho, una cita de un texto medieval, el cual de ningún modo expresa mi postura personal» (BBC, 17.9.06, traducido del inglés; destacados añadidos). Finalmente, ha renovado su disposición al diálogo. Pero es posible que el papa vuelva a abordar el asunto en su audiencia general de los miércoles, donde, según ha anunciado, aludirá de nuevo a su viaje de varios días a Alemania.

Parece que estas declaraciones sí han contentado ya a muchos seguidores del islam (aunque no a todos), incluso entre los radicales. De hecho, la citada organización de los «Hermanos Musulmanes de Egipto ha manifestado que el mensaje del Papa ha sido "suficiente". "Consideramos que las nuevas declaraciones representan una marcha atrás. Podemos considerarlos una disculpa suficiente", dijo el líder del partido, Mohammed Habib» (El Mundo, 17.9.06).


¿Doble lenguaje?

Las “disculpas” papales deben ser, por supuesto, bienvenidas (lo cual no implica negar su derecho a haber pronunciado íntegramente su discurso). Es de esperar que, en alguna medida, contribuirán a desactivar las protestas musulmanas, algo muy necesario en particular respecto a las más violentas.

Dicho esto, debe añadirse, sin embargo, que tales “disculpas” no pueden resultar enteramente convincentes desde un punto de vista intelectual y moral (otra cosa es que, como hemos visto, algunos musulmanes, quizá desde el lenguaje diplomático, las consideren “una marcha atrás”).

Para entender el porqué de la anterior afirmación, hemos de retornar al discurso papal. Más arriba ya citamos dos pasajes del mismo: el primero incluía el cuestionamiento de Ratzinger de que lo dicho por Mahoma en la sura 2:256 pueda tomarse como doctrina definitiva y/o absoluta en el islam; el segundo citaba las afirmaciones del emperador bizantino según las cuales en el islam sólo cabe encontrar «cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada de la fe que él predicaba».

¿Realmente de la lectura del discurso de Benedicto XVI cabe deducir que éste no se identificaba con las palabras del emperador? Para saberlo, conviene seguir leyendo, y lo que encontramos justo después del pasaje que acabamos de citar, separado tan sólo por un “punto y seguido”, es lo siguiente:

«El emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma» (ABC, 16.9.06; cursiva añadida). A esto le sigue, en el mismo párrafo, una nueva cita que aparentemente es también (pues vuelven a abrirse comillas) de Manuel II Paleólogo. Se trata de una serie de frases relativas a la necesidad de evitar la violencia cuando se intenta «llevar a otra persona a la fe». Frases que, sin duda, Ratzinger debe de suscribir.

Así pues, en el párrafo más conflictivo del discurso del papa no se aprecia solución de continuidad alguna respecto a las palabras del emperador. Cuando “habla” éste, la lectura lógica indica que también habla Ratzinger. Ni ahí, ni en ningún otro momento del discurso, se da un distanciamiento explícito en relación con aquellas palabras (en particular, claro, con las más duras contra el islam), cosa que parecería de rigor si realmente Ratzinger, como dijo Bertone más tarde y ratificó el propio papa después, no se identificaba “de ningún modo” con ellas.

Lo único que podría sonar a “distanciamiento” respecto a Manuel II es que el papa diga de éste que se dirige a su interlocutor “de manera sorprendentemente brusca”. Pero no parece suficiente para hablar de un distanciamiento sustancial. De modo que es perfectamente comprensible que muchos musulmanes hayan entendido que el papa suscribía la crítica durísima a su religión efectuada en la Edad Media por ese emperador bizantino. (Lo cual no justifica, por supuesto, ningún tipo de amenaza o acción violenta hacia ningún colectivo identificado, correctamente o no, con el papado).

Impresión que se confirma aún más si se sigue leyendo y analizando el texto del discurso papal. En efecto, inmediatamente después del párrafo más conflictivo, Ratzinger comenta:

«La afirmación decisiva en esta argumentación [del emperador] contra la conversión mediante la violencia es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. El editor, Theodore Khoury, comenta que para el emperador, como buen bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. Para la doctrina musulmana, en cambio, Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está ligada a ninguna de nuestras categorías, incluso a la de la racionalidad» (ibíd.; destacado añadido).

¿No vuelve aquí Benedicto a mostrar su total identificación con las tesis de Manuel II? Incluso, ¿no se desprende de esas líneas que “la doctrina musulmana” sería irracional, y que por ello sería, además, partidaria de la violencia en su búsqueda de adeptos?

Aún hay algún otro detalle significativo en el discurso papal. En el resto del mismo, su autor ya no vuelve a mencionar la palabra ‘violencia’, ni tampoco a aludir directamente al islam. Sin embargo, en un par de ocasiones reaparece Manuel II Paleólogo. En ambas se cita su frase: «No actuar «con el "logos"» es contrario a la naturaleza de Dios.» Y, por supuesto, Ratzinger la hace suya, e incluso parece obvio que lo hace confiriendo al emperador bizantino autoridad intelectual al respecto.

La última de esas menciones de Manuel II tiene lugar en el último párrafo del discurso papal, que concluye así: «“No actuar razonablemente (con “logos”) es contrario a la naturaleza de Dios”, dijo Manuel II, de acuerdo al entendimiento cristiano de Dios, en respuesta a su interlocutor persa. En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a encontrar este gran “logos”, esta amplitud de la razón. Es la gran tarea de la universidad redescubrirlo constantemente» (ibíd.; cursiva añadida).

¿No implica esto, nuevamente, según el tenor del discurso papal, además de una imputación de irracionalidad una invitación a abandonar la alternativa a la razón (es decir, de la violencia), que sería lo que, según el texto que nos ocupa, caracteriza al islam?

Resumiendo: si Ratzinger no se identificaba con la cita más dura del Paleólogo, hay que preguntarse por qué la empleó para ilustrar las tesis de su discurso, sin distanciarse de ella en ningún momento. Y por qué, incluso, la desarrolló en los pasajes contiguos, como hemos visto. Pero también por qué todas las restantes citas y alusiones a ese emperador bizantino fueron obviamente favorables. Como expresa el dicho: “blanco y en botella…”.

Digamos, una vez más, que por supuesto el papa tiene todo el derecho a expresarse como lo ha hecho, manifestando sus opiniones. Y que no cuestionamos la verdad que impregna buena parte de ellas.

Lo que cuestionamos es, en primer lugar, que de su discurso pueda desprenderse que no se identifica con las citas del emperador bizantino. Pero además…


Otras preguntas necesarias

A partir del análisis previo, pero también del momento en que se ha producido la conferencia papal, con la crisis consiguiente, cabe formular las siguientes preguntas:

  1. ¿Por qué recurrió Ratzinger a esas palabras tan duras de Manuel II? Si lo que quería era exaltar el camino de la razón y rechazar la motivación religiosa de la violencia, ¿era imprescindible hacerlo mediante una cita tan dura y globalmente negativa contra el islam, además de literalmente falsa? (Pues nadie sensato, y está claro que tampoco el propio papa, puede suscribir que todo en la religión de Mahoma sea “malvado e inhumano”; antes bien, abriendo al azar cualquier edición del Corán es fácil toparse con muchas declaraciones positivas). ¿No podía haber recurrido a otros cientos, quizá miles, de citas que ilustran esas mismas valiosas ideas sin agraviar a ninguna religión en concreto? O, alternativamente, ya que se remontó al Medievo, ¿no podía haberlo hecho citando también las motivaciones religiosas de la violencia católica romana, manifiesta en las Cruzadas y en la “Santa” Inquisición? (¿Quizá no lo hizo porque, casualmente, estas dos barbaries del pasado romanista son actualmente objeto de una revisión positiva alentada por el propio Vaticano?) O bien, remitiéndonos a la actualidad, ¿no podría haber citado el uso perverso de la religión que hace a menudo el gobierno estadounidense (por ej., en todos los discursos solemnes de su presidente) para justificar su violencia bélica? Todo esto resultaba más pertinente si el rechazo papal de la violencia es el mismo, como dijo el cardenal Bertone, “independientemente de donde [ésta] proceda”.

  2. ¿Podían desconocer el papa y sus asesores de la Curia el efecto que provocaría su discurso en el mundo islámico? Cuesta creerlo, tratándose de una institución, como la ICR, que se caracteriza por su cálculo estratégico, brillante sagacidad y célebre diplomacia. [En este sentido, es significativo constatar, como ya hemos visto que hizo el cronista de Terra, que el hecho de «que las palabras del Papa iban a levantar una oleada de protestas en el mundo musulmán se percibió inmediatamente» y de ahí que el «mismo día» (del discurso papal, se entiende) ya el portavoz Lombardi tuvo que intervenir para explicarlas (cursiva añadida).]

  3. Si podía prever el negativo efecto del discurso, es decir, las airadas protestas en el mundo musulmán, ¿por qué el papa lo pronunció? ¿Acaso entendió que, pese a todo, sus efectos positivos serían mayores?

  4. Si así es, ¿de qué tipo de “efectos positivos” estaríamos hablando? ¿Qué ventajas esperan el papa y el Vaticano que pueda extraer la humanidad para compensar los negativos efectos del aumento del choque de civilizaciones? (No se nos ocurre cuáles pueden ser).

  5. Y si preveía, como es lógico pensar, el negativo efecto del discurso, ¿desconocía que tendría que acabar “disculpándose”? (Pero si lo sabía, como también es lógico pensarlo, ¿qué es lo que pretendía mediante todo ese “juego”?).

  6. Si sabía que seguramente acabaría “disculpándose”, ¿sabía también que lo haría tergiversando el obvio sentido de las palabras papales, en relación con los pasajes más conflictivos de su discurso? Pues, como hemos visto, las “disculpas” papales, comparadas con el correspondiente texto del discurso, no parecen sino el resultado de recurrir a un doble lenguaje.

  7. En todo caso, ¿podía ser la jerarquía de la ICR y del Vaticano inconsciente de que, a pesar de las “disculpas” ulteriores, lo que acabaría quedando al final en muchas mentes del planeta sería, como suele ocurrir, lo primero que se dijo y no tanto la posterior “rectificación” o “matización”? Así será: que nadie dude de que para muchos musulmanes ese discurso se recordará en el futuro como un profundo agravio. [Pero, lo que quizá es aún peor, que nadie dude tampoco de que para muchos occidentales, ya de por sí muy negativos frente al islam y los musulmanes, la actual crisis, empezando por las críticas papales y siguiendo por las airadas reacciones islámicas, habrá servido para ver acentuado su odio simplista al “otro bando”.]

  8. Aún más, ¿es que no podían prever el papa y los suyos que las palabras contra el islam facilitarían, por medio de alimentar el choque de civilizaciones, la inminente guerra contra Irán? En este contexto, el discurso papal resulta trágicamente inoportuno (?). Sabido es cómo el Imperio viene criminalizando desde hace años al régimen de los ayatolás: incluyéndole en el “Eje del Mal”; acusándole (sin pruebas e incluso contra las pruebas disponibles) de pretender poner en marcha un programa nuclear bélico; tergiversando, por medio de sus medios de “comunicación”, las declaraciones de su presidente, Mahmud Ahmadineyad y demonizando globalmente a ese régimen (se le imputan antisemitismo, afanes expansionistas, alianza con el terrorismo internacional, manipulación del affair de las caricaturas… e incluso se le pretende convertir en “líder” del islamismo mundial, a pesar de que su chíismo es minoritario dentro del islam…); prohibiéndole (incluso mediante resoluciones de la ONU) llevar adelante su programa nuclear pacífico (pese a que respeta escrupulosamente el Tratado de No Proliferación Nuclear, que además le confiere ese derecho); amenazándole con sanciones y, más o menos implícitamente, con la fuerza de las armas si no se atiene a esa ilegal prohibición… (ver ¿Dejaremos que los masacren?). Y es justo en este punto, en el que el Imperio aún no ha logrado que países como China, Rusia y la Unión Europea aprueben la aplicación de esas amenazas, cuando llegan las declaraciones papales contra el islam. (No es extraño que el régimen iraní, quizá “oliéndose la tostada”, no haya sido de los que más estentóreamente han reaccionado a las palabras papales).

  9. ¿Tiene algo que ver el discurso del papa con el eje Washington-Vaticano? Debe recordarse que Ratzinger era, ya en tiempos de Juan Pablo II (el papa que “firmó” la famosa “Santa Alianza” con Estados Unidos en tiempos de Ronald Reagan; ver Reagan, Wojtyla y la “Santa Alianza”), uno de los jerarcas curiales más cercanos a Bush (ver Dossier Ratzinger). Eso ayudaría a explicar la oportunidad de dicho discurso. Permitiría comprender por qué el papado, que venía proclamándose una y otra vez partidario del diálogo de civilizaciones (aparentemente en contra de la estrategia imperial), como se podía apreciar sobre todo en sus numerosas declaraciones ecuménicas (ver Los hijos de Abrahán), se dedica abruptamente ahora a alimentar justo lo contrario: el choque entre culturas que traerá más guerras de las que ya ha traído.

  10. Si es así, ¿adónde quiere llegar el Vaticano con todo eso? (Y en su camino, ¿le importa realmente el bien de la humanidad, o está anteponiendo sus propios intereses de poder?).  

Naturalmente, más de uno nos dirá: “¡Alto! Existe otra posibilidad: simplemente, el papa y los suyos no previeron lo que iba a ocurrir… ¡hasta ellos pueden equivocarse en sus cálculos!”

Réplica que me parece de lo más respetable. Y que sinceramente me encantaría compartir.


Conclusiones

A pesar de que el papa parezca haberse “disculpado” tras su discurso, es razonable pensar que el daño está hecho. En ambos “bandos” muchos se aferrarán a sus duras palabras. La memoria humana funciona así, lo mismo que el humano orgullo. Y el odio, claro.

No es por ello exagerado decir que el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona puede haber supuesto un nuevo acelerón histórico (ver Una fecha y sus secuelas, Golpe de estado planetario y 2-A: Demostración de fuerza vaticana), al servicio del eje Washington-Vaticano, en la medida en que supone la incorporación pública de la segunda “pata” del eje al choque de civilizaciones. Entre las reacciones a su discurso, no es descartable que acabe produciéndose un atentado de magnitud o relevancia similar a la del 11-S (y quizá de autoría igualmente enigmática). Acaso contra el propio Vaticano. Un atentado que “justificaría” una nueva represalia ultraviolenta del Imperio. Acaso contra Irán. Que contaría, por supuesto, con el beneplácito papal, como en su día la contó la guerra de “represalia” contra Afganistán a raíz del 11-S (ver El Vaticano ante la guerra de Afganistán). O sea, de nuevo el Vaticano contribuyendo a dar un “rostro humano” a las guerras del Imperio…

El papa, como hemos visto, puede ahora lamentar que se le haya “malinterpretado”. Pero, aunque así fuera, es inconcebible pensar que no podía haberlo previsto. De hecho, desde que empezó su “pontificado”, Benedicto XVI ha establecido como uno de sus ejes políticos principales las relaciones con el islam, como lo demuestra la intensa actividad intelectual y política que está destinando a ese fin. (Como prueba de ello, véanse los artículos del singular analista y vaticanólogo católico romano Sandro Magister en www.chiesa). En razón de todo ello, es más lógico pensar que Ratzinger sabe bien lo que dice y lo mide igual de bien… lo que, por cierto, no podía ser menos en un intelectual de su categoría.

En el futuro veremos cómo se invoca a menudo lo acontecido a raíz de ese discurso del 12 de septiembre (sólo un día después del aniversario de la fecha emblemática que inauguró la Era de la Locura). Y cómo se hace, además, recordando por parte occidental lo “razonable” y “humilde” que fue la postura papal en la crisis ocasionada en esa fecha.

Entre los principales beneficiarios de ese discurso, aparte del propio Vaticano (que aspira a la hegemonía espiritual-temporal planetaria), estarán los señores de la guerra de ambos “bandos” o “civilizaciones”. Naturalmente, mucho más los más poderosos. Incluidos sus corifeos mediáticos, como por ejemplo las estrellas de la española Cadena Cope (justamente la emisora que más nítidamente defiende a la vez a las dos “patas” del susodicho eje), que ahora disponen de una jugosísima carnaza. Estrellas que, si es que aún les quedase alguna duda, pueden ya contemplar su futuro en esa radio, a corto y medio plazo, con el mayor optimismo… o al menos sin temor alguno a que su continuo fomento de la islamofobia pueda ser utilizado como argumento para despedirlos.

Tales personajes serán los primeros en recordar que alguien mayor que ellos hizo lo mismo.

Para escribir al autor: juanfernandosanchez@laexcepcion.com
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