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Apuntes tras el 11-M Reflexiones indignadas al hilo de unos acontecimientos que, en cuestión de tres o cuatro días, mudaron el rostro de España. El día 20.3.04, me dirigía al punto de arranque de una nueva marcha por la paz en Irak, con motivo del primer aniversario de la sangrienta y criminal ocupación de ese país. Cerca de la madrileña glorieta de Cuatro Caminos, escuché el siguiente comentario: «Pues creo que [Zapatero] no va a poner ni a Bono ni a Ibarra, se van a quedar planchados…» Como respuesta, otras voces expresaron sorpresa o interés. Pero, al margen del acierto o no de esas palabras, lo que me llamó la atención fue comprobar quiénes las pronunciaban: no se trataba de varones adultos con periódicos en la mano, sino de un trío de chicas de aspecto normal (clase media, ni sofisticadas ni zarrapastrosas…) y edad seguramente en torno a los 18 años, si acaso llegaba. Eran las seis de la tarde y no parecían invadidas por la típica excitación del fin de semana. Hablaban de política. Semejante “milagro” sociológico (¿o una simple moda, tal vez?) es sin duda imputable a los tiempos borrascosos que vive el mundo, y en particular España, de unos años a esta parte, y sobre todo desde el 11-M. Se ve que tienen que ocurrir las mayores tragedias para que hasta las chicas jóvenes (luego, en la manifestación, había muchas más) se ocupen de otras cosas que la ropita que ponerse o el chico que las mira. O sea, de algo distinto a lo que el sistema adocenante quiere que consagren todos sus pensamientos.
Fue como si el fantasma del 11-S hubiera venido a visitarnos. También, de mañana, y con el horror en sus garras. Quienes conocemos de siempre las líneas ferroviarias afectadas, quienes sabemos de víctimas en nuestro entorno, podemos comprender ahora mejor lo que debieron de experimentar los neoyorquinos hace dos años y medio. Y al hilo de las charlas con nuestros vecinos de Madrid sobre este tema, podemos sentir, al igual que sintieron aquéllos, que nuestras redes de relaciones sociales son mayores de lo que imaginábamos (en Madrid viven cuatro o cinco millones de habitantes, y las víctimas entre heridos y muertos superaron la cifra de mil quinientas; a pesar de esa aparente desproporción matemática, no he sabido de ningún madrileño que no tuviera a algún allegado, o siquiera conocido, entre los directamente golpeados por aquel horror). La masacre ha truncado literalmente cientos de vidas, pero al final sabremos que no todas son igual de importantes: este gobierno nacionalcatólico impondrá, de la mano de “la Iglesia”, funerales romanistas incluso a los musulmanes, a los evangélicos, a los judíos… (Quizá así se explican las palabras de Aznar, ex falangista, para quien a pesar de las víctimas rumanas, marroquíes, etc., los autores del atentado pretendían matar españoles “por el mero hecho de ser españoles”; recordemos que José Antonio Primo de Rivera identificaba la españolidad con el catolicismo… ¡Pues hala, todos católicos y todos españoles!). Por lo demás, durante el 11-M y el día siguiente las banderas de España con un crespón negro en el centro ocuparon el ángulo superior izquierdo (o derecho, en algún caso) de las pantallas en todos los canales de televisión. Semejante luto no impidió que, con esa bandera como testigo impertérrito, varias cadenas emitieran su telebasura acostumbrada: series de humor idiota, escarnios al intelecto como “Tómbola”… Los equipos de fútbol jugaron sus partidos en Europa (¡el mismo jueves!) y en la Liga española durante el sábado y el domingo. Y, por supuesto, nadie habló de aplazar las elecciones, previstas para el 14-M… El discurso oficial, compartido por casi todos los medios de comunicación, insistía en la necesidad de acompañar a las víctimas. Pero la realidad, en muchos aspectos relevantes, seguía su curso como si nada hubiera pasado.
El gobierno de Aznar ha conseguido que la manifestación de protesta contra lo acontecido el 11-M, y en solidaridad con las víctimas, se realice bajo el lema “Por la Constitución y contra el terrorismo”. En casi todas las principales ciudades españolas, todos los partidos han marchado tras esa pancarta, que implícita pero inequívocamente alude a ETA como autora de la masacre. No hay duda de que, pese a lo que muchos piensan (de buena fe), estamos ante una manifestación plenamente política, en el sentido más connotado del término. A las 19:00 del viernes, bajo una fuerte lluvia, arranca la supermultitudinaria y dificultosa marcha en Madrid. A esa hora ya está cada vez más clara la autoría no etarra (hipótesis sostenida por muchos desde el principio), pero eso no impide que la pancarta principal lleve el lema indicado, ni que, cerca de nosotros, nutridos grupos de manifestantes, poco serios, griten y boten al son de “Un bote, dos botes, etarra el que no bote”. (Los hay también que, sin mucho pudor, reclaman la pena de muerte para los terroristas de ETA; una minoría, incluso, menciona la cámara de gas). El gobierno de Aznar ha logrado humillar así no sólo a los detractores del texto constitucional, sino también a quienes tienen sospechas crecientemente fundadas de que: 1) no ha sido ETA; y 2) el PP quiere rentabilizar electoralmente la hipótesis de esa autoría. Muchos de ellos recuerdan cómo en el último año y medio Aznar y los suyos vienen, día sí y día también, mintiendo al pueblo (algo gravísimo per se, aunque parece que en España no lo es tanto) sobre la guerra de Irak y las ficticias armas de destrucción masivas. Esos mismos críticos sienten, además, que el gobierno desea aprovechar la coyuntura para extender sobre nuestro país un manto de pensamiento único basado en el terror a disentir en momentos tan “poco apropiados”… El estallido de simplismo bipolar (ver Los hinchas políticos y el nuevo fascismo), tan típico de estos casos, viene en apoyo del gabinete falaz, que no duda en alimentarlo. Al igual que Bush y los suyos en Estados Unidos desde el 11-S, es así como nuestros “demócratas gobernantes” instrumentalizan la masacre y el repentino “patriotismo” (las banderas en las esquinas de nuestros televisores, pero también en los balcones…) para intentar uncir a todos los españoles al carro de su “Guerra contra el Terrorismo”, de su “Maldad Duradera”, de su paradójico “Terrorismo Antiterrorista”. Y pobre del que se resista… Ya lo dijo el legionario Acebes el jueves por la mañana, sirviéndose de una declaración previa del pro etarra Otegi: “Quien cuestione la autoría de ETA es un miserable.” El epíteto resuena en mis oídos…, ¿seré yo un miserable? Pero el tiempo, muy pronto, se encargará de consolarme: el propio gobierno acabará negando dicha autoría…, un gobierno, ellos sí, de auténticos miserables (Acebes dixit). Por lo demás, ¡qué inadvertida ha pasado a casi todos esa afrenta a la presunción de inocencia, esencial principio de la misma Constitución que dicen defender, al rechazarse de antemano otra opción que la culpabilidad de los (pro) etarras, dijesen lo que dijesen ellos mismos! La sucia banda criminal no es precisamente inocente de todo, pero, mal que les pese a los aznaríes, tampoco es culpable de todo. Ser un asesino sistemático no es lo mismo que ser culpable de todos los asesinatos, ni tampoco implica mentir siempre. A cada cual, lo suyo, ni un muerto más ni un muerto menos, pese a lo que pretendían transmitirnos, en su obsesión totalitaria por el poder, Aznar, Acebes y demás secuaces.
La cadena SER (“PSOER” resulta más preciso) se dio cuenta de la jugada desde muy pronto… De la del gobierno y, claro está, de la suya. El emporio mediático polanquista no iba a desperdiciar la ocasión: el gobierno estaba abonando una tesis falsa, ETA no era la autora del atentado… “Muy tontos seríamos si no ayudásemos al gobierno a caer”, se dijeron. Y a las gruesas vilezas del gobierno añadieron las suyas propias, finalmente resumidas en el célebre suicida cuyo cuerpo nunca apareció… Sí, la PSOER también mintió al pueblo, hecho gravísimo en muchas partes (ciertamente, no en España). Podrá argüir, gracias a la villanía del gobierno, que fue “en defensa propia”; o que sus mentiras, a diferencia de las de los aznaríes, fueron al servicio de la verdad (hipótesis Al Qaeda frente a hipótesis ETA); o incluso que no es igual de grave la mentira de una institución privada (¿aunque tenga dominado al principal partido de la oposición?) que la del gobierno representativo de todos los españoles… ¡Nada de eso les exime de su pecado a los señores y señoras de la PSOER! (Ahora bien, ¿acaso ignora alguien que esta cadena de radio lleva décadas haciendo de la manipulación y la mentira su particular “apuesta informativa”?). Los demás medios, también hay que decirlo, no fueron unos santitos. Las cadenas públicas de radio y televisión, usurpadas desde siempre por el gobierno, manipularon hasta el final, destacando la vergonzosa emisión en TVE, durante las últimas horas de la Jornada de Reflexión, de la película sobre ETA Asesinato en febrero (curiosamente, ¡¡¡emitida también la noche previa en Telemadrid!!!). Las cadenas privadas, vinculadas al PP o controladas por él (COPE, Onda Cero, Antena 3, Ínter…), también aportaron sus valiosos granitos de arena. Por ejemplo, ya el viernes, la cadena de los obispos, de mañanita, nos había saludado con los graves insultos de su estrella Federico Jiménez Losantos contra todo aquel que pusiese en duda la comisión del atentado por ETA (insultos e interpretación de los hechos que no han sido rectificados por su autor desde entonces). Pero parece evidente que sólo la cadena PSOER fue capaz de rivalizar con el gobierno belicista y mentiroso de Aznar en manipular a la opinión pública. Ambos acreditaron tanta vocación como habilidad golpista, se diría que sus responsables no olvidaron ni por un segundo (ni siquiera con los cadáveres aún calientes) la cita electoral del domingo… Pero es que, amigos, ¡hablamos de políticos (en sentido estricto o mediático), seres especializados en hacer los más complejos cálculos de intereses en décimas de segundo! Y hablamos, además, de políticos del unipartido español PP-PSOE (o ya, más bien, PSOE-PP; ver Escándalo electoral), el único que cuenta hoy por hoy con la aquiescencia del sistema (léase, aquí, los poderes fácticos) para gobernar España. La maquinaria polanquista, manipulación mediante, fue capaz de contrarrestar la intoxicación gubernamental y echar del poder al ala aznarí del Gran Pajarraco… Paradójicamente, aquella maquinaria fue generosamente engrasada por los gobiernos del PP durante los últimos años… Algún día, eso esperamos (?), alguien nos tendrá que contar qué sucios móviles llevaron a un ala del partido único a alimentar así a la otra ala (presuntamente, su acérrimo enemigo), “favoreciendo” así que ésta, el día menos pensado, la relevase del poder. Pero, de momento, todo indica que las cloacas de la “democracia española” siguen siendo lugar de cita obligada para los poderes de iure y los de facto. Estamos en buenas manos.
Me encuentro en la manifestación contra la ocupación de Irak. Esta vez he ido solo, y aunque rodeado de miles sigo solo, metafísicamente solo. A mi alrededor se respira satisfacción (el 14-M ya ha sido), euforia, ilusión… Vuelvo a ver la pancarta de Nunca mais, asimilada a la lucha antibélica pasando por el Prestige. Los rostros que me acompañan (pero estoy solo…) ríen y sonríen, están de fiesta (pero la guerra sigue en Irak). Sienten que “al final” valió la pena. Les oigo pensar: “Sí, la otra vez perdimos hasta en Muxía, pero nuestra lucha valió la pena: al final hemos ganado.” Y una vez más, el cambio de gobierno en España (curioso sino el nuestro) se vive como un cambio de régimen… Cerca de mí, unas cincuentonas progres rebosantes de sinceridad parecen haber recuperado las ganas de vivir. “¡Qué felicidad, vivir sin Aznar!” es su alegre clamor (pero la guerra sigue en Irak), coreado por tantos otros. “El tapón”, les oigo decirse, “al fin saltó por los aires, ya respiramos de nuevo.” Son sinceras, insisto, y en sus ojos está ausente el rencor, sólo quieren ser felices. Naturalmente, quieren creerse felices, nada más… Anhelan que dure el espejismo presente, ignorar que la izquierda progre (o cualquier otra) nunca triunfará realmente (basta ver la sangría que trasiegan, los porros que “libremente” se fuman…, ¿qué esperan conseguir así aparte del aborto irrestricto y el matrimonio de homosexuales? ¿Acaso la bestia parda puede tardar mucho en volver con semejante batallón en frente?). “Al final”, digan lo que digan, volverá la bestia parda (léase, da igual, barriestrellada). En realidad, sigue aquí, acechando y dominando, estrechando lazos con la otra, la de las siete colinas (ver El eje Washington-Vaticano). El planeta Tierra es demasiado jugoso como para renunciar a exprimirlo. ¿Al final? El dominio de la “Santa Alianza” será otro espejismo. Cierto que mucho más cruel y desalmado, seguramente, que el mandato de ZP. Pero, gracias a Dios, el hombre no tiene la última palabra. No la tienen los tiranos, ni los mentirosos, sea cual sea la orientación política que digan representar.
Un servidor, naturalmente, se negó a votar al Gran Pajarraco y aledaños, (¿cómo hacer otra cosa, en conciencia, visto lo visto y asumido como en carne propia?). Ganó Zapatero, con mayoría simple. Fue un mal resultado pero fue, a pesar de todo, el menos malo de los posibles (ver Zapatero presidente: ¿más de lo mismo?). La soberbia en el poder había quedado destronada (y se abría un compás de espera, claro está, para que la psoeberbia vaya desarrollándose; de momento, hablan mucho de “humildad”, palabra hasta ahora inédita entre políticos…). Pero semejante alivio no puede hacernos olvidar un hecho cierto: el triunfo de Zapatero se asienta sobre un pasado, reciente y lejano, en modo alguno limpio y decente. Pronto sabremos más, y el futuro inmediato, casi seguro y por desgracia, tomará al transcurrir el mismo cariz que ese pasado. Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina, la campaña electoral no ha terminado, señores (¿terminó, siquiera, cuando la “suspendieron” el 11-M?). Sobre unas bases tan endebles y con un futuro próximo tan poco fiable, el consuelo puro y verdadero es saber, amigo/a lector/a, que no tienes por qué ser ni de Aznar, ni de Zapatero; ni de Bush, ni de Bin Laden; ni de Apolo, ni de Cefas, ni de Pablo…, ni aun del mundo (ver 1 Corintios 3: 4; Juan 17: 14-16). Puedes ser de otro, de uno que nunca mintió ni hizo maldad (Isaías 53: 9), lo que no le libró del menosprecio y la muerte de cruz, pero finalmente venció al mundo (Juan 16: 33). Así sea. © LaExcepción.com Para escribir al autor: juanfernandosanchez@laexcepcion.com |
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